Carta a Esperanza

(Un ejercicio de «cadáver exquisito» desde twitter)

Medellín, noviembre 25 de 2011.
Querida Esperanza, te escribo sin saber qué decir después de tantas cosas que vivimos en esta ciudad.
A veces se perdía en detalles y algunos estribos, pero quién dijo que pintar montañas era tarea fácil, pero lo logramos.
Después de usar tantos botes de pintura, me pregunto ¿qué haremos con los tarros? Quizá debamos sembrar algunas flores o de pronto usarlos como tambores cuando lleguen los vecinos el próximo lunes.
Esta carta estuvo suspendida en un torrente de cartas que eran verificadas y catalogadas por el Estado.
CARTA PELIGROSA: Contiene ideas de tarros musicales, con flores, con huequitos para mirar las estrellas y otras.
Pero a veces las estrellas se ven por encima de las montañas y no hay ningún sonido que traiga de nuevo tu recuerdo. En la vieja casa de la montaña, él, solitario observa el roble que fue confidente de sus pasiones y recuerdos.
A lo lejos, aún se divisan musgos y enredaderas cobrando para sí las derruidas tapias de la casa abandonada de León.
Ya ves. Me confundo. Ya escribo en tercera persona. Y no soy hábil para describir la casa, la montaña, la estrella. Sí, no sé escribir ni siquiera los domingos. Lo repetiste una y otra vez antes de irte pero quiero que sepas que lo he intentado frente a una hoja en blanco, trayendo los recuerdos de los caminos que recorrimos. Ha sido inútil.
Quizá lo mejor sea salir, llevar la libreta y empezar a trazar palabras sin pensar, como en los viejos tiempos. Pero entonces empezaría a caminar y no podría detenerme más y todas esas palabras quedarían borradas por mis pasos.
Te extraño. Vaya manera de decirlo. He escrito esta carta cientos de veces. No estoy seguro de querer enviarla. Mis impulsos no me dejan, mis suspiros me agobian.
Escribo ahora las letras que confusamente, me recuerdan cómo eras en esa noche de hotel en la cual nuestros deseos se hicieron realidad, cuando nuestros cuerpos se fundieron pidiendo estar perdidos en un cielo prófugo, como dos almas extasiadas de tanto placer. Entiende que estamos condenados al fuego nocturno. Al laberinto ígneo del del sueño. Ay, dime si no hay otro castigo peor. Peor que llegar de último y que te cierren la puerta justo en frente, pero bueno, así es la vida. Si recibiste la… Y entre mi bolsillo tu lazo violeta atrapado en mi mano empapada, recuerdo palpitante que me hace escribirte hoy.
No vale la pena entrar en más sentimentalismos cuando escribirte me ha dejado con sueño y hambre. Creo que iré a a comerme una deliciosa hamburguesa con papitas fritas, ¿te acuerdas cuando se te regó la gaseosa? nos reímos como como tontos sin importar lo que pensará y/o dijera la gente. Fueron mágicos aquellos momentos, pero ahora estoy aquí y no me importa si vas o vienes si te quedas allí si cantas en las noches o si se te enreda el pelo con el viento.
Y bien, hice un gran esfuerzo. Pero hoy no me esperes. Sé que nos volveremos a ver al otro lado del río-sin-orillas. Sabrás cómo encontrarme. No es preciso que abras los ojos; la intuición será tu guía. Sólo déjate llevar… De todas maneras las montañas nada dicen de encuentros o desencuentros, sólo velan lo que ya no somos. Y el aire siempre será testigo del fluir de nuestros pasos, la culpa no será más una excusa, caminar será alimento lumínico de tus ojos cerrados, penetrará tus párpados e infectará tu mirar con la ponzoña del mío.
Mediavuelta
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