Esa gente que ama el papel

Tragaluz cumple seis años publicando libros de notable valor estético que recuerdan, intencionalmente o no, los muchos territorios que los formatos electrónicos no podrán alcanzar


Artículo de la revista El Librero. Noviembre de 2011.
Por Marcel Ventura

Hombres en corbata que muestran, orgullosos, un libro conmemorativo de su empresa, ilustradores felices de haber encontrado un espacio, poetas que difícilmente imaginaron ver su obra impresa de manera tan cuidadosa, dramaturgos, lectores, coleccionistas: todos saben que Tragaluz –o, para los menos memoriosos, “la gente que hace esos libros tan bonitos”– está desarrollando algo importante desde Medellín gracias a una visión editorial que es valorada en toda Colombia y ya ha tenido eco en ferias tan destacadas como Frankfurt.

Entre un despido y el cansancio de haber hecho lo mismo durante años, Pilar Gutiérrez y Juan Carlos Restrepo decidieron que sus vidas necesitaban un cambio. Como pareja, desoyeron las probables voces que desaconsejaban fundar una empresa juntos y trabajar en ella, además, ignoraron aquello de que la poesía no vende y hacia finales de 2005 arrendaron una pequeña oficina en Medellín: “Era un edificio donde todos los vecinos tenían buenos negocios, así que fuimos de puerta en puerta, presentándonos, para preguntar si alguien necesitaba tarjetas de presentación, catálogos, cualquier cosa que nos ayudara a comenzar. El primer año fue de servicios”, recuerda Gutiérrez. Así nació Tragaluz Editores.

Tres poemas ilustrados, de Jaime Jaramillo Escobar, fue el primer libro del sello, que inauguró la extraña idea de distinguirse como una editorial de poesía, al menos inicialmente. En pocos meses se sumaron varios clientes corporativos, el autor nadaísta comenzó a vender y Tragaluz tomó forma en proyectos propios, pero también corporativos, como en el caso de Inventario Vegetal, hecho para conmemorar los 75 años de Argos: “Separamos claramente los proyectos para empresas, públicas o privadas, de los que pertenecen a nuestro catálogo y agradecemos que nos hayan recibido tan bien, porque son esos clientes los que nos ayudan a cumplir nuestro sueño, que es este sello… Hemos tenido tanta, tanta suerte que el 80% de lo que nos encargan es delicioso.”

Si actualmente promedian 50 libros al año, de los cuales 10 pertenecen al catálogo de la editorial, se debe a que no es necesario dar muchas vueltas para entender que Tragaluz ve a cada título como un acontecimiento, como un hecho objetual. Si la frivolidad de publicar algo “bonito” sin pensar en el contenido es un riesgo, Gutiérrez y Restrepo lo han esquivado con inteligencia. A Jaramillo Escobar suman poetas contrastados como Eduardo Escobar, Giovanni Quessep y Juan Felipe Robledo, pero han ampliado el catálogo con otros géneros, como el cuaderno de notas de Débora Arango o los más recientes libros infantiles, que coinciden con el nacimiento de María, la hija de Pilar y Juan: “Ha sido una inspiración desde que llegó”. Los libros leporellos Vaivén y Bola de agua, los pequeños relatos de Que no me miren seguramente pasaron por la aprobación previa de la niña antes de llegar a las librerías, donde se han vendido muy bien, demostrando que hay una nueva editora en la casa.

Los 34 libros publicados bajo el sello Tragaluz se parecen a las nueve personas que trabajan hoy en día en las oficinas, gente con un punto de nostalgia que en tiempos de revoluciones electrónicas y futurólogos desbocados han decidido volver a las raíces, al algodón, a la tinta, a la encuadernación manual, a las texturas. El papel despierta emociones singulares en la gente y Pilar Gutiérrez, quien mide con cuidado una lenta internacionalización, sabe que sus libros tienen muchos viajes por delante.

Mediavuelta
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