Una reflexión sobre el viaje con personajes reales y ficticios y en un género que mezcla la prosa poética y el cuento breve.
Por Luis Fernando Afanador
(Publicado en la Revista Semana. Domingo 30 de octubre de 2011)
![]() |
Viajeros, el hermoso libro de Pablo Montoya editado bellamente -como siempre- por Tragaluz Editores, resulta, en la primera lectura, un libro raro en el panorama de la literatura colombiana. Incluso en la literatura latinoamericana, si tales distinciones siguen siendo válidas. Y cuando digo raro, lo digo en el sentido de Rubén Darío al referirse a aquellos autores que escapaban a los moldes: Villiers de L’Isle-Adam, el conde de Lautréamont, Edgar Allan Poe e Ibsen, entre otros. Viajeros “escapa a los moldes” de lo que actualmente se está escribiendo en el ámbito de nuestra lengua. ¿Pero qué tanto lo hace con respecto a la tradición? En su comentario a Viajeros, el poeta mexicano Marco Antonio Campos encontraba sin dificultad su filiación: “En el linaje de libros de Schwob y de Borges (quizá sus principales influencias), de Julio Torri y Juan José Arreola, de Julio Ramón Ribeyro y Antonio Tabucchi, los poemas en prosa de Montoya pueden ser leídos asimismo como biografías imaginarias y aun a veces como minificciones. Montoya conjunta espléndidamente en la escritura la imaginación del narrador y el poeta con la lucidez del ensayista”.
Más estimulante que el rastreo de las influencias es la taxonomía. ¿Qué clase de viajeros hay en el libro de Pablo Montoya? Viajeros míticos o religiosos como Noé, Ícaro, Jonás, Ulises, Eneas, Teseo, Bochica, un argonauta, Moisés; viajeros literarios o de la literatura como Lao Tsé, Simbad, Dante, Gulliver, Montaigne, Robinson, Dostoievski, Stefan Zweig, Alonso Quijano, Ovidio; viajeros históricos como Heródoto, Alejandro, Enrique el Navegante, Américo Vespucio, Magallanes, Ponce de León, Bartolomé de las Casas, Gonzalo Guerrero, Pigafetta, Schopenhauer, Caldas, Bolívar, Darwin; viajeros anónimos e impersonales como un melanesio, un súbdito, un cautivo, un papús, un macuá, un cruzado, un mercader, un peregrino, un marino holandés, un esclavo, un judío, un bosnio, un astronauta; viajeros fotógrafos de guerra como Robert Capa o pintores como Edward Hopper; viajeros autobiográficos como el autor, inmigrante en París.
Los personajes reales o ficticios que en este libro aparecen han sido moldeados libremente, ellos simplemente han sido un pretexto o un detonante para la escritura. Al hablar de ellos, el autor está hablando de sí mismo. Versiones libres, relecturas, interpretaciones de personajes reales o ficticios. Se trata más de un viaje a través de una biblioteca que de un viaje real a la manera de Marco Polo o Bruce Chatwin. Más un viaje espiritual que real. No importa, es igualmente excitante y desconocido. O más excitante, si se quiere: viajar en la actualidad es comprobar que todos los países son monótonamente iguales. Qué extraño y qué interesante el Dante que nos presentan. El Ulises, el Heródoto, el Alejandro. Viajeros nos invita a momentos decisivos, reveladores, epifánicos. Son poemas en prosa, lo cual quiere decir que cabalgan entre el cuento y la poesía. Tienen ese corte transversal que el cuento le hace a la realidad y esa voluntad de hacer insoportable un instante del ser, que es la poesía. “Viajamos, aunque los dos estamos quietos”, dice aquí Lao Tsé. E Ibn Batuta, el gran viajero árabe del siglo XIV: “Viajar es ignorar el punto de llegada”.
Tragaluz editores S.A.
Edificio Lugo Of. 1108 · Calle 6 Sur #43A-200
Telefax 312 02 95
[email protected]
www.tragaluzeditores.com
Medellín – Colombia