¿Para qué visitar ferias del libro? | Tragaluz en Rio de Janeiro

Estamos acostumbrados a visitar ferias del libro por el mundo entero con la finalidad de vender, comprar o hacer contactos, pero no es común que lleguemos a un evento de estos con la intención de observar y aprender cómo funciona el evento en sí, y qué papel cumple frente a la creación de nuevos lectores.

Panorámica del 15º Salón del Libro Infantil y Juvenil en Rio de Janeiro.

Hace unos días regresamos del 15º Salón del Libro Infantil y Juvenil en Rio de Janeiro, organizado por la FNLIJ. Colombia fue el país invitado. Un espacio equivalente a un pabellón de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, albergaba la literatura infantil y juvenil brasileña. Solo libros, nada más, solo literatura, el protagonista era el libro, nada de juguetes ni camisetas ni eventos grandilocuentes; el libro en manos de maestros, en manos de niños, el libro de papel, el libro ilustrado era el rey. 

Detrás de todo eso, un patrocinador, Petrobras, que de manera discreta aparece con su logo impreso en las piezas gráficas del evento, y su gran actuación es la compra de miles de libros, que han pasado por un proceso de selección previo, para que cada niño que visite el Salón tenga el privilegio de llevarse gratuitamente un buen texto. Las editoriales brasileñas venden estos libros a Petrobras, aproximadamente a dos mil pesos colombianos, lo que hace posible una gran compra y cantidades de niños que llegan a casa con la ilusión de leer. Este es un evento que, después de quince años de insistencia y trabajo, se ha convertido en uno de los más importantes cuando se habla de literatura para niños y jóvenes. Un concepto claro, una fundación compuesta por conocedores del libro, y una empresa privada comprometida con la cultura, ellos son los que hacen esto una realidad.

Stand de Colombia – País invitado
Allí, en un stand portátil y atractivo, de diez por diez metros, estaba Colombia con una muestra que reunía veintitrés editoriales, cuatro entidades de apoyo, 480 títulos, y nueve invitados, entre escritores e ilustradores, encargados de contar y mostrar nuestra literatura infantil. Tremenda oportunidad para nosotros los colombianos de compartir, de conocer, de oír y ver a aquellos que tienen tanto para enseñarnos. Hermosa experiencia la de tener voces, a las que tal vez nos hemos habituado, traducidas al portugués por la calidad de su escritura, por su saber: Silvia Castrillón, Yolanda Reyes, Jairo Buitrago, entre otros.
Este evento, pequeño en metros cuadrados, se concentra por unos días en la complejidad del libro para niños y jóvenes, mira al escritor, al ilustrador, al maestro, a las bibliotecas, a las librerías, se pregunta por cada una de las partes de ese sistema que llamamos la cadena del libro. Este es un salón que mide su éxito no por la cantidad de gente que entró, ya esto lo tienen asegurado, ni por la cantidad de libros que vendieron, sino por los proyectos, cambios y mejoras que produce en aquellos que trabajan por el libro como motor de pensamiento, de reflexión.

Jóvenes brasileños con un par de los casi 500 libros que llevó Colombia.
Fueron dos los logros de la participación de Colombia en este salón: primero, organizar una muestra completa de la producción nacional de literatura infantil de este siglo –primera vez que vemos algo así– una muestra que vale la pena exhibir por el país entero; y, el segundo logro, conocer un modelo de evento sencillo, viable, replicable, que más que mucho dinero, necesita un concepto claro de aquellos que creen en el libro y la lectura.

Y para terminar debo dar la buena noticia de que también se hicieron buenos contactos y que sin duda este fue para Tragaluz editores, y creo que para otros, el principio de una relación provechosa con editores brasileños. Pronto veremos y, sobre todo, leeremos los resultados.
Pilar Gutiérrez Ll.
Directora
Tragaluz editores

Mediavuelta
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